A escasos 5 kilómetros de Umán, luego de un breve recorrido por caminos rodeados de montes, se abre un oasis donde el tiempo parece haberse detenido. Es la Hacienda Dzibikak.
Dzibikak, que procede de los vocablos mayas TZIBI que filtra o escurre y KAK fuego o viruela, que quiere decir: Escrito con Fuego. Es una hacienda con una larga historia de la cual poco o nada se tiene documentada. Lo que se sabe es gracias a las narraciones de sus habitantes, fieles testigos de su evolución.
De los primeros dueños que se le conocen están Don Eraclio G. Cantón alrededor del año 1904 y en años más recientes de Fabio Cantón quien posteriormente la vendió al Sr. Gonzalo Gamboa de quien se sabe tuvo un hijo llamado Humberto Gamboa.
Cuentan los pobladores, que la Hacienda se dedicaba a la maquila de sisal y del cuidado de ganado principalmente. Las fiestas y bailes del pueblo se realizaban en el casco de la Hacienda. Durante la época de oro del henequén Dzibikak, al igual que muchas haciendas de Umán, fue testigo de la abundancia de trabajo que esta variante del agave traía consigo. La gente de la comisaría tenía empleo en el cultivo y procesamiento de la fibra. En la hacienda existía el puesto de vaquero, quien era el encargado de cuidar de las mulas y el corral donde habitaban. Considerando las bondades de este animal de carga eran muy útiles en el traslado de los trucks que transportaban bagazo o las sobras del henequén. Entre las personas que ocuparon este cargo se encuentran Don Santos Mex y posteriormente Don Guillermo Canul Can, quien desempeñó este cargo por 28 años.
Sin duda fue la época de oro del henequén, de la hacienda y sus pobladores. Desde cualquier posición se podía vislumbrar el paraíso. La huerta estaba repleta de árboles frutales, mangos, huayas y, cítricos que daban al lugar un ambiente natural y único. Existía también una cárcel donde quedaban arrestaban a las personas que realizaran algún acto que alterara el orden, en su mayoría eran personas que, una vez alcoholizadas, hacían escándalos o desmanes. Sin embargo, no se tiene conocimiento de actos que hayan trascendido ese tipo de hechos.
Con la introducción de las fibras sintéticas, el henequén dejó de ser la atractiva actividad productiva de antes. Las grandes empresas dedicadas al procesamiento del henequén se vieron en muy mal estado. Primero fue Cordemex y luego Desfiyusa. Finalmente el oro verde, se acabó. En la hacienda se dejó de trabajar el henequén y cayó en abandono.
Resurgiendo de las cenizas del tiempo y a pesar del abandono en que se encontró por muchos años, la hacienda y su historia no se resignaban a dejar de irradiar su presencia, su historia aún no estaba terminada. Después de muchos años de abandono fue adquirida por un ciudadano inglés con corazón de mexicano, pues su madre, al igual que nosotros, es orgullosamente mexicana. Hubo primero que sacar a la hacienda del estado de abandono en que se encontraba. Junto con la ayuda de la gente de la comisaría se limpiaron los interiores y se iniciaron los trabajos de rehabilitación en todas sus áreas y jardines. Esto fue de gran beneficio para la gente local. Para el actual propietario la convivencia con la gente que habita en Dzibikak es indispensable y considera que sin buenas relaciones de amistad, la vida no vale nada. “Son muy buena gente y nos gusta ayudarlos cuando podemos”, afirma. La Hacienda Dzibikak ha renacido y se ve como en sus mejores tiempos.
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